Luego de ocupar el cargo en San Luis fue elegida para reemplazar a Elizabeth Gómez Alcorta. Tiene 33 años y se autodeclara puntana y con un perfil descontracturado.

El Presidente anunció este lunes a Ayelén Mazzina Guiñazú como titular del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad.
Profesora de Ciencias Políticas de 33 años, puntana y con un perfil descontracturado, que ocupaba el mismo cargo en la provincia de San Luis. La flamante funcionaria del Gabinete se sale del protocolo: le gustan las chicas, tiene tatuajes y usa borceguíes y jeans rotos.
La flamante integrante del Gabinete viene de ocupar la Secretaria de Estado de la Mujer, Diversidad e Igualdad de San Luis, cargo equivalente al de ministra, desde el 12 de diciembre de 2019 y uno de sus logros fue sostener el proyecto pabellón violeta en la cárcel de la provincia. También fue concejala por la capital puntana. Lo hizo con su estilo: lejos de los tacos altos y la ropa formal, Mazzina cultiva un look punk-rock, usa mochilas, tiene un pearcing en la naríz y le dicen La Aye.
“Me da risa cuando en reuniones dicen ‘La Aye’ y al lado hay un ministro y a él le dicen ‘ministro’. Y ahí me doy cuenta cómo cuesta aún la cuestión de los estereotipos, edad y género”, dijo en la nota con este medio como para dar una idea de su pensamiento y lo graficó con un ejemplo: “Cuando llegué a la Secretaría, lo primero que hice fue salir a saludar a todas las empleadas y a los empleados. Una me saluda al pasar, y se vuelve. Me hace el comentario: ‘Esperaba otra cosa’. Y, sonriendo, le contesté: ‘Claro, vos esperabas el traje, tapado y los ruidos de tacos’. Nos reímos y nos abrazamos. Le dije: ‘Esta soy yo y no habrá tacos, ni tapados de señora al menos lo que dure la juventud’”.
Un claro ejemplo de cómo piensa la nueva ministra que lleva varios tatuajes sobre su piel (un arcoíris en el pie, “Siempre es hoy” en el brazo y en los tobillos se lee “Sé tu mismx”) lo dio cuando contó que antes de ser funcionaria pensaba que gobernar e ir a bailar no eran compatibles: “Creo que tenemos que gobernar sin olvidarnos de la edad que tenemos, sin distanciarnos de la gente y sin secarnos por dentro”.
Según Mazzina, desde que terminó el colegio tenía el deseo de hacer política: “Me anoté en el profesorado de Ciencia Política para recibirme y seguir formándome. A los 20 años ya trabajaba en la Universidad de la Punta”. Pero no fue fácil. Ella misma lo ha contado: “Cuando fui candidata a diputada nacional, en 2019, y cuando fui concejala de la ciudad de San Luis sentía comentarios como ‘yo no voy a hacer campaña para una lesbiana pañuelo verde’ o ‘no la vayan a votar porque es lesbiana’ y ‘cuidado que evangeliza’. Y con dudas sobre mi capacidad, por mi condición o elección de vida, y de cama que a nadie le tienen por qué importar. Hay cosas que hoy me dan gracia, pero, en su momento, me molestaron. Pero siempre me sentí tan firme en mis decisiones y elecciones de vida que hasta me servían esas palabras para usarlas en los discursos y tratar de hacerles ver que el odio no nos lleva a ninguna parte y que lo que haga en mi cama no es lo que importa. A una persona heterocis no se la cuestiona en su sexualidad porque eso está dentro de lo normado y aceptado socialmente”.

Mazzina ha hecho tareas sociales y comunitarias antes de zambullirse en la política de lleno. Una anécdota que suele contar es que a su primera entrevista de trabajo fue con un saco rosa de corderoy, un jean gastado, un cinto de la abuela y unas botas blancas de bailanta: “Esa era la imagen que yo creía que debía tener. Iba en el colectivo mirándome los pies y tratando de caminar derecha como me había dicho mi mamá. Hice la entrevista y a los días me llamaron. Intenté no ser yo por unos días y después, con mi primer sueldo, me compré un pantalón roto, unas camisas, cadenas, zapatillas, medias de colores, relojes y entré como si el piso de la oficina fuera solo mío. En cambio, en el gabinete de San Luis, la mejor. El gobernador (Alberto Rodríguez Saa) nos alienta a que no nos vistamos como viejos si somos jóvenes. Y nos permite ser felices”.
Justamente, para Mazzina la felicidad es clave para ejercer: “El amor humaniza la política, propone transformar realidades. Y la política al amor lo transforma. Para mí no hay política sin amor, y amor sin política”. Y es consciente de que no es lo mismo llevar adelante políticas de género a nivel nacional y en las provincias: “Primero, deberíamos replantearnos la idea de federalización, que existe poco. Y voy a ser dura, pero la realidad es que cuando no conocemos el territorio es muy difícil pensar en políticas públicas que lleguen”.
Por último, finalizó: “Muchas veces pensamos desde un escritorio qué es lo que la gente necesita y cuando pateás la calle te das cuenta de que no era por ahí. Hay que escuchar y hay que abrir el juego. Pensar en políticas estandarizadas responde a patrones netamente nacionales, la implementación de las políticas deben ser flexibles pensando no solo en el impacto real y eficaz, sino en la necesidad y particularidad de la dinámica local, es la única manera de hablar de federalización”.